No todos los jóvenes, sino los que son buenas personas como tu, tienen grandes ideales, sueñan en un mundo en que reinen la amistad, la justicia, las buenas relaciones entre las personas. Uno desea que lo que se ha vivido en el grupo de amigos se pueda vivir también con todo el mundo.
Se crítica, con toda razón, los defectos de los mayores, su mentira, su corrupción, su maldad, su hipocresía, etc. Te dices a ti mismo que no vas a ser como ellos, que vas a ser distinto, que seguirás siendo como eres, buena gente dispuesto a servir a la sociedad, a ser honesto, fiel a tus ideales.
Tarde o temprano, de repente o paulatinamente, quizás al entrar en la Universidad o iniciar la vida profesional sobreviene el choque con la realidad, la cruda realidad de la vida. Se torna difícil y parece imposible el vivir aquellos ideales de antes. Sobreviene la tentación de ser iguales a los demás para, se dice, triunfar en la vida. De nada sirve el ser bueno. Hay que avivarse.
Lo primero que hay que hacer es aceptar la realidad. El mundo no es como Dios quiere que sea ni como tú quisieras que fuera. Hay demasiado mal entre los humanos, pero hay que vivir en este mundo porque no hay otro. No es fácil este aterrizaje, pero hay que hacerlo si quieres madurar y no permanecer como eterno adolescente, soñando en una realidad sin mal, que no existe.
Lo segundo es, a mi entender, mancharse las manos lo menos posible. Se dice que algunos creen “tener las manos limpias, pero es que no tienen manos”, son aquellos que, por miedo a equivocarse, por temor a mancharse, nada hacen. Hay que hacer, hay que tomar decisiones difíciles. Nos podemos equivocar, podemos mancharnos, pero que sea, repito, mancharse lo menos posible.
Lo tercero y último sería decirte no tengas miedo. Es lo que Dios decía a los que llamaba. No tengas miedo porque no estás solo en este deseo de vivir honestamente, como cristiano en un mundo tan poco honesto y cristiano. Dios está contigo y verás como encontrarás otras personas que sintonizan la misma onda.
Suerte en este aterrizaje del mundo real al mundo ideal. ¡No temas!
Francisco Dardichón sj.