El evangelio nos recuerda lo que sería una práctica corriente entre las primeras comunidades judeocristianas de Mateo, la llama “corrección fraterna”, que, como las nuestras, no eran comunidades totalmente perfectas y debían, ayudarse unos a otros en corregir los posibles defectos.
La corrección pude ser un tema de plena actualidad para todos aquellos que tienen cierta autoridad sobre los demás, especialmente padres de familia y educadores, que pueden caer en extremos que no hacen ningún bien. Pueden ser demasiado blandos, excesivamente tolerantes ante las faltas de los hijos o alumnos, con ello se renuncia a educar, se los mima pero no los preparan para la vida.
Otro extremo es el de una autoridad mal entendida, prepotente, gritos, insultos y golpes por cualquier falta. Con ello los hacemos resentidos y vengativos.
No es fácil educar. Sería oportuno hacer un examen de conciencia para descubrir como vivimos la “corrección fraterna” a la que nos invita el texto de hoy.