martes, 27 de julio de 2010

EL HOMBRE ESTÚPIDO

El evangelio de hoy tiene características que llaman la atención. Nos encontramos con una de las pocas veces que Jesús niega hacer un favor que se le pide, era una petición que encerraba un afán de riquezas. Ello le da pié para proponer la parábola del rico ambicioso al que califica, Jesús tan comprensivo, con una palabra muy dura, nada menos que: “¡estúpido!”. Si el hombre de la parábola hubiera pensado en remediar la pobreza de los demás, no tendría porque preocuparse en ampliar sus graneros.


Por supuesto, no es para dar miedo a nadie, sino para advertirnos del peligro de la ambición de riquezas. Las riquezas, en sí misma no son buenas ni malas, son indiferentes. Lo bueno o malo será el uso que hagamos de ellas. Lo tremendamente malo es la ambición desmedida de querer tener siempre más y más, olvidándose de las necesidades ajenas.

La parábola no ha pasado de moda. Nuestro mundo está lleno de estúpidos insensatos. Ricos, tremendamente ricos, incapaces de consumir las enormes riquezas acumuladas, mientras millones de hermanos se debaten en el hambre y la miseria.