¿Cómo decide ser parte de la Compañía de Jesús?
Ingrese a la Compañía de Jesús por mi trabajo, ejercía la profesión de carpintero y creía que como misionero y utilizando este oficio podría ir a muchas partes del mundo. Gracias a Dios en mi casa y en el taller de madera donde trabajaba era gente muy católica entonces pues la vocación viene principalmente por la familia.
¿Cuál es el recorrido que realiza como Jesuita?
Llegué primero a Cochabamba en abril de 1957 para comenzar la formación en el noviciado. Luego fui 5 años al Ecuador para seguir estudios en humanidades y filosofía.
Estuve dos años como maestrillo (profesor) en el colegio San Calixto, me la pase muy bien en La Paz. Y después tres años más de teología en España, la ordenación de sacerdote en 1968 y el último año de teología lo hice en Cochabamba, en el seminario San José.
Ya estando en el seminario tuve el encargo de también ser párroco en Tiraque por un poco más de dos años. Luego fui trasladado a Potosi, a las minas, a la comunidad de Uncía por ocho años. Allí hice más labor de “chofer” que de párroco, debido a estar en los tiempos de la dictadura. Mi carro era uno de los pocos que podía transitar por la zona sin demasiados problemas, aunque igual los teníamos, precisamente para salvar la vida de unos cuantos vecinos y dirigentes del sindicato Siglo XX.
Terminada la dictadura dejamos la parroquia a los sacerdotes nacionales. Me trasladaron a Potosí, estuve 18 años trabajando y dirigiendo un tiempo la ONG llamada ACLO con sus tres radios: Sucre, Potosí y Tarija.
Para no perder altura, me mandan a El Alto, por cinco años. Ahí desempeñe el rol de párroco a tiempo completo en la que en ese entonces se llamaba parroquia “La Milagrosa” en la zona Pedro Domingo Murillo. Mi siguiente destino, por tres años, sería la parroquia de Santa Vera Cruz, en Cochabamba. Un mundo totalmente diferente de donde había estado antes.
En 1948, a los 62 años, llegué a la casa de estudiantes que está en la calle Pachamama, cerca de la parroquia de San Pio X, por cuatro años. Estuve mal de salud y no estaba en función demasiado pública. Me limitaba a las clases de carpintería en el colegio Juan XXIII, en Suticollo.
Luego de un tiempo, por la situación del retiro de Dardi, el provincial me pidió hacerme cargo de San Pio X. Acepté la responsabilidad pero con toda la experiencia y visión de parroquia jesuita que hacia 20 años se venía gestando.
Además yo conocía la parroquia desde el tiempo de los Oblatos. Desde esos tiempos ya percibía que era una parroquia distinta a lo que son otras parroquias. Así me la he encontrado y estoy feliz y contento de haberla encontrado así.
¿Qué le ha llamado más la atención de la parroquia?
Me ha llamado la atención, la cantidad de grupos que hay y la cantidad de gente de todas edades y clases. ¡Me parece excelente! y algunos de esos grupos no tienen nada que ver en la parroquia. Pero una pequeña desventaja de todos ellos es que a veces les falta algo de coordinación entre ellos. No me fijo en el número sino en la gente que hay con cierta seguridad que no se encuentran en otros sitios.
Lo segundo que me ha llamado la atención es que la parroquia no debe estar centrada en la atención al templo. Esto me parece importante debido a que nuestro oficio aunque nos llamen “padres” no es solo dar misas y estar en la parroquia, convirtiéndola en una tienda donde se venden sacramentos.
¿Cuáles son sus sueños ?
Tengo muy pocos sueños, el sueño principal y no es mío, es el desterrar los títulos y los niveles en la Iglesia. Todos los bautizados son Iglesia, también los “no sacerdotes”: “monjas” y los laicos, porque desde siempre debería ser así. Hay que volver la figura en la que todos somos responsables solo por ser bautizados.
¿Cuál es su mensaje a la comunidad?
Que me enseñen todo lo que puedan, que me ayuden en todo lo que puedan porque creo que todos nos necesitamos.
Hoy en día, en la iglesia y política hay que cambiar de ideas, como cambiamos de chompa.
SEMBLANZA
Su nombre oficial es Jaime Bartrolí Clotet y puesto en quechua el último apellido es “Juskito” y así lo conocen mineros y campesinos. Nació a las afueras del pueblo de Torelló en Barcelona – España, el 5 de septiembre de 1936 (mismo día que empezaba la guerra española).
Por costumbre, alguien en la familia, varón, tenía que llamarse igual que el papá, entonces le pusieron por nombre Jaime, igual que su papá. Su mamá se llamaba Balbina. Sus hermanos son: María, Montserrat, Dolores y José.