Con motivo de las Bodas de Oro de la Comunidad de San Pío X, se me piden
unas palabras. Ahí van, con todo cariño.
Tres grandes gracias me ha concedido el Señor. La primera, la familia
donde he nacido, mis padres, mi hermano, excelentes personas, que pudimos vivir
en un ambiente cristiano por los cuatro costados, el ambiente donde nació mi
vocación a la vida religiosa.
La segunda, fue mi entrada en la Compañía de Jesús, mi segunda familia,
que me ha dado el haber conocido a Jesús. En medio de mis fallos, he intentado
que sea el Camino, Verdad y Vida de mi existencia.
La tercera gran gracia fue mi destino a nuestra querida Bolivia. Sin
desmerecer lo que he vivido y gozado en otras ciudades, sin duda ha sido en
Cochabamba donde más tiempo he vivido, y, más en concreto, en la Parroquia de
San Pío X que en estos días está celebrando sus Bodas de Oro.
Quiero agradecer a toda la Comunidad parroquial también por tres cosas.
La primera, la maravillosa acogida que durante tantos años me ha dado,
me he sentido como en mi tercera familia. Con muchos de ustedes he reído, he
llorado, he comido y bebido. Hemos hecho comunidad, somos como una gran
familia. Me han confiado sus penas y más
de una vez me han quitado el sueño.
También hemos compartido muchas alegrías: bautizos, matrimonio,
cumpleaños, Navidades y Pascuas. ¡Lo hemos pasado bien!. Les doy las gracias de
tantas horas lindas que hemos pasado juntos, siempre con Jesús en medio de las
penas y alegrías porque también, muchas veces hemos rezado en comunidad.
Los segundo que he de agradecerles, es por la gran paciencia que
han tenido conmigo: ¡Más de treinta años aguantado al mismo párroco! No siempre
les ha tratado como merecían, y ustedes me han aguantado con toda paciencia.
Recuerdo muy bien, que, cuando a raíz de mi embolia, quedé sin poder hablar,
durante semanas, yo escribía la homilía que Don Walter leía con todo énfasis.
Seguía la celebración tartamudeando, trabucando las palabras y ustedes,
paciente me aguantaron. ¿Cómo agradecer tanta paciencia? Merecen todos ustedes
el premio Nobel de la paciencia.
Finalmente, y tercero, agradecerles los buenos ejemplos que me
han dado. De veras, son ustedes gente maravillosa, una comunidad parroquial
ejemplar. Son muchos a los que les he visto entregar, con todo entusiasmo, su
tiempo, sus energías, sus cualidades a favor de la Parroquia; en los distintos
grupos que tienen. Trabajo oculto,
silencioso, año tras año, pero que se intensifica en tiempos extraordinarios:
preparación de la Navidad, de la Semana Santa, Primeras Comuniones y Confirmaciones,
Aniversario Parroquial, y un largo etcétera. Todo ello me ha ayudado a seguir
adelante, y doy gracias al Señor por tantos buenos ejemplos recibidos. Él se lo
ha de pagar con creces.
Recen por mi como yo sigo rezando por ustedes. ¡Que Dios nos bendiga a
todos!
Francisco Dardichón sj.