La parábola de hoy es impresionante. En ella encontramos dos mensajes, uno de ellos, el tema tan querido de Lucas: el peligro de las riquezas. El segundo y más importante: el pecado del rico no es la riqueza, sino la insensibilidad del rico frente a la pobreza de Lázaro, el mendigo que estaba a su puerta.
Como tantas veces, las palabras de Jesús no han pasado de moda. Sabemos muy bien las granes desigualdades que existe hoy en el mundo, también en nuestra Bolivia. No se trata de lamentarse, se trata de aprender a compartir, tarea difícil pero necesaria, si queremos ser cristianos. Es un llamado a tomar en serio el mensaje del Señor. Como dice San Juan de la Cruz: “En la tarde de nuestra vida seremos juzgados por el amor”. Que no nos aplacemos en el día del juicio de Dios. Como dice Pablo en la segunda lectura: “Pelea el combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado”.
No se trata, pues, de darnos miedo. Como una madre avisa a su hijo de los peligros de la vida, de parecida manera Jesús nos pone en guardia ante los peligros de la riqueza.