En las tres lecturas aparece el tema del Espíritu Santo. En la primera se nos recuerda que Pedro y Juan “impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo” a los de Samaría. En la segunda se nos exhorta a seguir a Cristo que fue “vivificado en el Espíritu”, y en el evangelio se nos informa de la promesa de Jesús de enviarnos el Espíritu con la bella frase: “No les dejaré huérfanos”.
Todos nosotros hemos recibido, en el bautismo y en la confirmación, el Espíritu Santo. A veces sentimos como si Dios estuviera lejos, como si nos hubiera abandonado. En la fe hemos de reaccionar y saber que, de verdad, no está lejos, sino muy cerca, que somos templos del Espíritu Santo y que por los tanto nos somos huérfanos.